viernes, 29 de enero de 2016

PAPA FRANCISCO, JUSTICIA SOCIAL Y REVOLUCIÓN QUE FALTA EN MEXICO

1. Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba ». 1 2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura

 Lo Humano, El Divino, la Naturaleza   

  Con la anterior reflexión, comienza la contundente Encíclica del Papa Francisco, que en realidad, es hecha a muchas manos.

    Una Encíclica refleja necesariamente la idea y pasión del Papa que la publica, pero resume la tendencia general de los Episcopados, Ordenes, Laicos que le respaldan a su vez.

    La Encíclica, sigue la línea social del pensamiento cristiano:

 - El Ser Humano se relaciona consigo mismo, con el Otro / Otra, con la Naturaleza y con lo Sagrado.
- El Ser Humano es un ser capaz de tener conciencia histórica.  De aprender y evolucionar.

- El Ser Humano es Co - Responsable de la Vida. La propia, la comunitaria y la de la Naturaleza entera.

    El hecho de que el ser humano sea capaz de todo ello, signifca dos cosas:

Que lo puede hacer
Que puede, en su libertad, decidir no hacerlo y hasta actuar en contra de ello.

     El Dios en que creen los Cristianos, no es un Dios al estilo hollywoodesco, que puede cumplir antojos, que se divierte jugando con el azar humano, que es ajeno o indiferente a lo humano.

     El Dios Cristiano, es una Presencia latente en la capacidad regenerativa de la Vida, en la capacidad de conciencia de lo humano, en la vibrante energía que moviliza planetas, emociones y posibilidades.

     En ese sentido, los Cristianos son herederos de una visión de la Vida, donde son responsables de la Historia.  Y cada humano lo es, cada ser vivo lo es también. Pero los humanos poseemos la Conciencia Histórica, que nos hace capaces de imaginar y recordar.  Imaginar el futuro y recordar la memoria de los ancestros.

      Este mensaje es el que el Papa y la avalancha que consiguió romper los diques de una eclesialidad estancada, corrupta incluso.

    La Crisis

    « eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente ». 10  El mundo no puede ser analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque « el libro de la naturaleza es uno e indivisible », e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. Por consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana » 


 El Ser Humano,es capaz de vivir su libertad. Por eso, puede decidir que hacer.

Cuando el ser humano rompe el diálogo consigo mismo y deja de reflexionar, deja de usar su pensamiento crítico.

Cuando no le importa el sentido comunitario y juega el juego del Dominador y el Dominado, cuando se niega a ver en el Otro u Otra a su Prójimo

Cuando no ve que forma parte de la Naturaleza y la ve como negocio, como estorbo incluso a su avaricia, cuando la ve como un modo de depredar

Cuando pierde el Sentido de lo Sagrado y pierde el interés en el Misterio y los desafíos....

Entonces la vida humana se vuelve a lo inmediato, el Ego es el eje en torno al cual gira el placer, la búsqueda de riqueza, de dominio y de derroche.

     No es raro pues, que un ser humano así, haga una sociedad donde refleja todo ello. El Modelo Capitalista no es otra cosa que la forma de hacerse de recursos a costa de la explotación del Ser Humano sin otro recurso que su fuerza de trabajo.  El Capitalismo, acapara tierras, recursos, minerales y usará el fracking o la tala descontrolada, el arrasamiento de ríos, flora,fauna, con tal de satisfacer a los grandes propietarios.

      Este escenario, dirán otros, también se dió en países declarados anti-capitalistas, como Alemania Oriental , la Unión Soviética, o en países donde el capitalismo apenas llegó a etapas de pre industrialización, como en amplias regiones africanas o asiáticas.

    El Ser Humano es una especie que intercambia información, comparte significados y aspiraciones.  Cuestionar hoy, aquí y ahora al Capitalismo, se debe a que el Capitalismo es el Modelo Dominante. Su ideología, es decir, la justificación del Capitalismo, es el Liberalismo rediseñado. El Neoliberalismo,pues.

   En éste sentido, un análisis de la realidad, exige una visión integral. No podemos analizar en base a preferencias ideológicas, sino en base a principios éticos y consecuencias.  Tenemos que romper ataduras ideológicas que nos hacen "casarnos" con supuestas superioridades de izquierda o derecha e ir más allá:

      ¿Qué sucede en la realidad? ¿Cual es el origen? ¿Cómo se desarrolla?

    La Vida Humana, tiene diferentes aspectos: La sexualidad, la vida política, la comunidad, la familia, la relación con la Tierra y Naturaleza....  ¿Cómo se vive o malvive?

      Aquí el error de colectivos activistas que impulsan luchas para su propio colectivo y no son capaces de ver el rompecabezas completo.

      Feministas que son incapaces de trabajar con Hombres porque los ven como ajenos y no como aliados, ecologistas incapaces de plantear modelos de producción autogestionarios y con justicia social, empresarios justos o bien intencionados en lo espiritual, que no son capaces de construir modelos de desarrollo con participación - responsable y formada - de sus propios trabajadores,  familias de desaparecidos, víctimas de la violencia, que no consiguen generar una coalición de fuerza con otras luchas, colectivos campesinos o sindicales independientes que no dialogan con los colectivos urbanos y creen que las consignas son comunicación....etc...etc....

LA REVOLUCIÓN QUE FALTA

El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la polí- tica. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos 87 Romano Guardini, Das Ende der Neuzeit, 63s (ed. esp.: El ocaso de la Edad Moderna, 83-84). 88 Ibíd., 64 (ed. esp.: 84). 86 círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. No es una cuestión de teorías económicas, que quizás nadie se atreve hoy a defender, sino de su instalación en el desarrollo fáctico de la economía. Quienes no lo afirman con palabras lo sostienen con los hechos, cuando no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social.89 Mientras tanto, tenemos un «superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora », 90 y no se elaboran con suficiente celeridad instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos. No se termina de advertir cuá- les son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico.

   

El Papa Francisco no es ingenuo.

     Sabe que dentro de la Iglesia misma que el preside, se aposentó la corrupción que parece el mal general de nuestra época.

     Los delitos de pederastia, los grupos de poder internos que se prestaron a lavado de dinero, los nexos de algunos sectores con políticos de izquierda o derecha que resultaron ser de complicidad, la búsqueda de poder y la avaricia.... En fin, el Papa se encuentra con una Iglesia en una Crisis bastante dura.

    Esos sectores, fueron tolerados o supieron maniobrar durante el papado de Juan Pablo II ( E incluso, en menor dimensión, antes).  Cuando el Papa Benedicto recibe su encargo, encuentra las cosas bastante peores.

     Lo que hizo él, pese a no ser un personaje carismático ( o quizás por eso), fué confrontar la realidad y terminó con la apatía o complicidad de bastantes jerarcas.

      Pero no tuvo la fuerza y la voluntad suficiente para hacerlo. Por ello, deja su liderazgo y Jorge Bergoglio, argentino, llega a Papa.

     Hay que entender el significado y consecuencias.

     No es un hecho fortuito y menor.

     Los Cristianos de América Latina se destacaron en las últimas décadas por su enorme capacidad creativa, de participación, de lucha, de ideas.... y de martirio.

     La suma de los sacerdotes, obispos, monjas y frailes asesinados por su compromiso con la solidaridad, la vida y el bien vivir comunitario, es enorme. En un cálculo aproximado, suman más de 20, 000 entre la década de los 60s a la presente década.  Sólo en México, los sacerdotes asesinados por denunciar al narcotráfico y a autoridades políticas cómplices, lleva más de 50 entre 2010 y 2015.

     La cantidad de laicos es mucho mayor. Hablamos de genocidio en ciertas regiones y épocas.  Millones de cristianos comprometidos en sindicatos, colectivos de derechos humanos, en defensa de la tierra, el agua y la naturaleza, de comunidades indígenas, de proyectos políticos con sentido popular, de reformas sociales... y por supuesto, reclamando la purificación de su propia iglesia. ( O iglesias, pues hay otras comunidades cristianas no católicas, que caminan en el mismo Camino).

     Esta herencia doliente y honorable...y comprometida a la vez, es la que representa el Papa Francisco.  Su línea de trabajo es ésta.

"Cierto es que, para quienes confunden la esperanza con las expectativas favorables al medro personal, basta como motor el egoísmo y los estímulos sociales que nos ofrece la civilización actual. Pero la esperanza es otra cosa. Es la convicción de que en la realidad existe una bondad última, indestructible; la convicción de que es posible vivir como familia humana; la convicción de la promesa: lo humano es posible y será una realidad.
Esta esperanza la generan aquellos hombres y mujeres que, a pesar de todo y en contra de todos los obstáculos de una civilización egoísta, nos ofrecen generosidad, decisión de dar vida a los pobres, aunque en ello les vaya a ellos la propia vida. En una palabra, la esperanza procede del amor. Y si la expresión parece inadecuada por meliflua, piénsese qué otra realidad genera esperanza...
Esta esperanza que se remite a los mártires la hemos visto a raudales aquí en El Salvador; pero en todas partes se intuye que la esperanza vive del amor de los grandes testigos. Simone Weil, Dietrich Bonhoeffer, Martin Luther King, Ita, Maura, Dorothy y Jean, Monseñor Romero. . . podrán ser más o menos actuales por lo que atañe a su praxis concreta y a su pensamiento teórico; pero cuando los seres humanos buscan luz y ánimo para seguir caminando en la historia, en justicia, ternura y humildad, y cuando buscan transformarla y revertirla, siempre se vuelven a personas como ellos.
También Ignacio Ellacuría, el intelectual, el práxico y el realista, se volvía a los mártires en busca de esperanza: «Toda esta sangre martirial derramada en El Salvador y en toda América Latina, lejos de mover al desánimo y a la desesperanza, infunde nuevo espíritu de lucha y nueva esperanza».
Y, por último, Jesús de Nazaret. Hace años escribió Moltmann unas palabras que no he olvidado: «No toda vida es ocasión de esperanza, pero sí esta vida de Jesús, que tomó sobre sí en amor la cruz y la muerte».
Hoy, como en el nuevo Testamento, los mártires hacen presentes verdad y amor en una sociedad mentirosa y cruel. En vida dijeron la verdad y practicaron la misericordia y el amor hasta el final. Ahora, su recuerdo es juicio al mundo y, a la vez, fuente de esperanza para los pobres. A la manera de la levadura, son signos de que es posible liberar y redimir la realidad y revertir la historia. Por eso, con ellos, convertidos en sacramentos de humanización, la historia va dando más de sí".




          El Papa Francisco, está recibiendo ataques de los grandes Think Thank (Tanques de Pensamiento), es decir, de los centros de producción de ideas  y teorías justificantes del Capitalismo.

         Los núcleos de grandes empresarios depredadores, las mafias y cárteles del narcotráfico, las empresas mineras irresponsables, los políticos corruptos que negocian con los anteriores y les protegen, poniendo al Estado al servicio del Capital.

        A eso, se suman los sectores desplazados y denunciados por los Católicos que están empujando la purificación de su Iglesia. Núcleos de Legionarios que perdieron su poder, pederastas enojados, clérigos que fueron descubiertos en su corrupción.

        Los sectores duros de la Derecha Estadounidense y Europea, los representantes del FMI, Banco Mundial, Consenso de Washington, etc.... etc....

      Todos los que saben que al mundo lo mueven las ideas (bien organizadas y planteadas), saben que el mensaje central del Papa, es el mensaje de los Cristianos Latino Americanos que fueron capaces de hacer revoluciones. No solo en su continente, sino que también influyeron en otras regiones y otros colectivos, religiosos,o no.

        Por supuesto, que los anteriores intereses afectados, saben usar los Medios Masivos de Manipulación.  Y consiguen movilizar a grupos o individuos que se identifican como de izquierda, pero tan mal informados, que no tienen ni idea de las luchas sociales, populares y políticas libertarias de su país y de su Continente donde la influencia y participación cristiana ha sido decisiva.

       A eso llega el Papa a México.

       A sacudir a un Episcopado temeroso o incluso flojo.  A reavivar a los colectivos y comunidades cristianas que fueron golpeados por la avaricia y corrupción de los legionarios de marcial maciel y los escándalos de otros corruptos como el ex obispo Onésimo Cepeda (eterno amigo del Grupo Atlacomulco, los que arruinaron al país).

        Ellos, tratan de evitar que suceda ésto, y procuran crear un ambiente de alienación.  De milagrería y sentimentalismo.  Estilo "Rosa de Guadalupe", esa basura televisiva que corrompe lo religioso. Y la buena actuación, por cierto.

     Pues... Esa es la tarea nada fácil, pero está.

      Y así como en Bolivia se realizó el Encuentro Mundial de Movimientos Sociales, en México, se procura regresar a México, al "bando" latino americanista. Al de los Cristianos comprometidos.



------------------------------------------------------------------

Carta de Santa Cruz ENCUENTRO MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES

(Santa Cruz 9 de Julio de 2014) Las organizaciones sociales reunidas en el Segundo Encuentro Mundial de Movimientos Populares, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, durante los días 7, 8 y 9 de julio de 2015, coincidimos con el Papa Francisco en que la problemática social y ambiental emergen como dos caras de la misma moneda. Un sistema que no puede brindar tierra, techo y trabajo para todos, que socava la paz entre las personas y amenaza la propia subsistencia de la Madre Tierra, no puede seguir rigiendo el destino del planeta.
Debemos superar un modelo social, político, económico y cultural donde el mercado y el dinero se han convertido en el eje regulador de las relaciones humanas en todos los niveles.
Nuestro grito, el de los más postergados y marginados, obliga a que los poderosos comprendan que así, no se puede seguir. Los pobres del mundo se han levantado contra la exclusión social que sufren día a día. No queremos explotar ni ser explotados. No queremos excluir ni ser excluidos. Queremos construir un modo de vida en el que la dignidad se alce por encima de todas las cosas.
Por eso, nos comprometemos a:

https://www.youtube.com/watch?v=FSalbM4cFYQ

http://viacampesina.org/es/index.php/noticias-de-las-regiones-mainmenu-29/2438-ii-encuentro-mundial-de-movimientos-populares-carta-de-santa-cruz


----------------------------------------

Sobre los Mártires...

http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/varios/silvagotay.pdf

"A la Jova, fiel compañera que compartió los desvelos y trabajos de esta obra, a David, a Femando y a Carlos Iván, quienes toleraron este libro con infinita paciencia, y a mis padres, que me enseñaron a amar la justicia. También va en homenaje a los 1.514 sacerdotes, pastores, religiosos, religiosas y laicos asesinados, apresados, perseguidos, secuestrados y enviados al exilio entre 1964 y 1978. Muy especialmente, a mi maestro, compañero y hermano Mauricio López, mártir de la iglesia de los hermanos en Argentina, quien fuera secretario para América latina de la Federación Universal de Movimientos Estudiantiles Cristianos, secretario del Departamento de Iglesia y Sociedad del Consejo Mundial de Iglesias y rector de la Universidad de San Luis al momento en que fuera secuestrado por los militares argentinos en represalia por su obediencia al evangelio; al hermano Osear Romero, arzobispo de San Salvador, voz de los pobres y oprimidos en medio de la lucha por la 'liberación de El Salvador, asesinado en catedral el 24 de marzo de 1980 por las fuerzas de los terratenientes al servicio del imperialismo; y finalmente pero más sentido todavía, en homenaje a Augusto Cotto, hermano del alma que tanto me alentó en la investigación de este libro, profesor de teología, pastor bautista y ministro de relaciones exteriores de las fuerzas revoluciona!. rías de El Salvador, y quien diera su vida por la liberación de sus hermanos este mes pasado. San Juan, Puerto Rico 25 de octubre de 1980 "



http://servicioskoinonia.org/relat/162.htm

Cierto es que, para quienes confunden la esperanza con las expectativas favorables al medro personal, basta como motor el egoísmo y los estímulos sociales que nos ofrece la civilización actual. Pero la esperanza es otra cosa. Es la convicción de que en la realidad existe una bondad última, indestructible; la convicción de que es posible vivir como familia humana; la convicción de la promesa: lo humano es posible y será una realidad.Esta esperanza la generan aquellos hombres y mujeres que, a pesar de todo y en contra de todos los obstáculos de una civilización egoísta, nos ofrecen generosidad, decisión de dar vida a los pobres, aunque en ello les vaya a ellos la propia vida. En una palabra, la esperanza procede del amor. Y si la expresión parece inadecuada por meliflua, piénsese qué otra realidad genera esperanza...Esta esperanza que se remite a los mártires la hemos visto a raudales aquí en El Salvador; pero en todas partes se intuye que la esperanza vive del amor de los grandes testigos. Simone Weil, Dietrich Bonhoeffer, Martin Luther King, Ita, Maura, Dorothy y Jean, Monseñor Romero. . . podrán ser más o menos actuales por lo que atañe a su praxis concreta y a su pensamiento teórico; pero cuando los seres humanos buscan luz y ánimo para seguir caminando en la historia, en justicia, ternura y humildad, y cuando buscan transformarla y revertirla, siempre se vuelven a personas como ellos.También Ignacio Ellacuría, el intelectual, el práxico y el realista, se volvía a los mártires en busca de esperanza: «Toda esta sangre martirial derramada en El Salvador y en toda América Latina, lejos de mover al desánimo y a la desesperanza, infunde nuevo espíritu de lucha y nueva esperanza».Y, por último, Jesús de Nazaret. Hace años escribió Moltmann unas palabras que no he olvidado: «No toda vida es ocasión de esperanza, pero sí esta vida de Jesús, que tomó sobre sí en amor la cruz y la muerte».Hoy, como en el nuevo Testamento, los mártires hacen presentes verdad y amor en una sociedad mentirosa y cruel. En vida dijeron la verdad y practicaron la misericordia y el amor hasta el final. Ahora, su recuerdo es juicio al mundo y, a la vez, fuente de esperanza para los pobres. A la manera de la levadura, son signos de que es posible liberar y redimir la realidad y revertir la historia. Por eso, con ellos, convertidos en sacramentos de humanización, la historia va dando más de sí.


----------------------------------------------
ENCÍCLICA COMPLETA

https://www.aciprensa.com/Docum/LaudatoSi.pdf

El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la polí- tica. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos 87 Romano Guardini, Das Ende der Neuzeit, 63s (ed. esp.: El ocaso de la Edad Moderna, 83-84). 88 Ibíd., 64 (ed. esp.: 84). 86 círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. No es una cuestión de teorías económicas, que quizás nadie se atreve hoy a defender, sino de su instalación en el desarrollo fáctico de la economía. Quienes no lo afirman con palabras lo sostienen con los hechos, cuando no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social.89 Mientras tanto, tenemos un «superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora », 90 y no se elaboran con suficiente celeridad instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos. No se termina de advertir cuá- les son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico.








sábado, 23 de enero de 2016

NO SE PUEDE SER CRISTIANO Y NEOLIBERAL



Miguel Esteban Hesayne
Porque un cristiano es discípulo de Jesús, cuyo mandamiento fontal de toda su doctrina es el amor solidario. Y expresado en sentencia lapidaria por la boca del mismo Maestro: “la felicidad está más en dar que en recibir” (Hechos 20,35).

Porque el perfil cristiano se define por la participación equitativa. No hay vida cristiana sin comunidad de bienes y personas. La Iglesia es comunión de personas, cuyo signo es la convivencia fraterna, demostrada en el paradigma de la comunidad cristiana de los orígenes cristianos donde se revela textualmente: “repartían el dinero según las necesidades de cada uno” (Hech 2, 45).

No se puede ser cristiano y neoliberal, porque el neoliberalismo sigue siendo en la historia real el capitalismo a secas. La doctrina neoliberal, y su práctica lo demuestra con las consecuencias más dramáticas, se sitúa en las antípodas del Evangelio del Señor Jesús.

Por una parte, Jesucristo fue en su vida histórica el Hombre en el que se encarnó Dios para señalar la conducta de todo Hombre que viene a este mundo. Por eso, hubo escrito-res sagrados que enseñaron la bella utopía de que la tarea cristiana es adquirir las “costumbres de Dios”. No hicieron nada más que fundarse en las palabras que leemos en el Evangelio de Mateo 5,48: “sean tan buenos como lo es el Padre Celestial” o en estas otras de san Juan (15,12) “Amense unos a otros como yo los he amado”. Y comenta el apóstol en su 1ª carta: “En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también, nosotros debemos dar la vida. Si alguien vive en la abundancia y viendo a su hermano en la necesidad le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos sola-mente con la lengua y de palabra sino con obras y de verdad” (3,16-18).

El cristiano es el imitador de Jesucristo. Y Jesucristo es el hombre para los demás... La personalidad cristiana consiste en un darse y el Espíritu que la anima es el que impulsa a formar, de toda la humanidad, una comunidad fraterna, justa y solidaria, con igualdad de posibilidades para todos. Es la nueva civilización del Amor, es la alterna-tiva de una convivencia ciudadana desde los valores de Jesucristo el Señor de la Historia. El ser cristiano consiste en dejarse animar por el Espíritu del Resucitado que recrea el mundo de los hombres en un mundo nuevo habitable para la familia de los hijos de Dios. Por lo contrario, el neoliberal, orientado básicamente en la mentalidad capitalista cuya dinámica interna lleva a la acumulación de bienes, se nutre en su actividad económica del:

-espíritu de lucro, es decir, deseo de obtener ganancias indefinidamente crecientes;

-espíritu de competencia, exacerbado por un fuerte individualismo. Esto provoca la rivalidad o lucha entre los individuos para conseguir mayores ganancias posibles y hace tender siempre hacia el monopolio, que representa el máximo de libertad propia y el máximo de limitación ajena;

-espíritu de racionalización, es decir, apreciar todas las cosas basándose en cálculos efectuados en términos de rendimientos y costes.

El espíritu del neoliberalismo es diametralmente opuesto al Espíritu de los cristianos:

-porque en el país donde se implanta, engendra muerte marginando fríamente a la mayoría sobrante, creando la clase de los excluidos;

-porque deshumaniza la técnica y vacía de contenido humano los progresos económicos, que en el proyecto cristiano deben servir para una equitativa distribución;

-porque altera y corrompe la libertad y la democracia ya que no las acompaña de los valores de la justicia, la verdad y el amor solidario;

-porque su dogmatismo e inflexibilidad en la imposición de la ley de mercado, niega e impide toda posibilidad de alternativa y deja de existir de hecho una convivencia comuni-taria a causa de la absolutez de los intereses privados de una minoría todopoderosa;

-porque -de hecho- se violan elementales derechos humanos exigidos para lograr la dignidad humana tanto personal como comunitaria.

En fin, no se puede ser cristiano y neoliberal porque la fe cristiana promueve la cultura de la vida y la ideología neoliberal, en su realización histórica, es la antesala de la muerte para la mayoría excluida. Es decir, el cristiano se define por la construcción de la PAZ que Jesucristo conquistó con su muerte y resurrección y la da a todo hombre y mujer de buena voluntad.



Miguel Esteban Hesayne,

obispo emérito de Viedma, Argentina




Seguir a Jesús bajo el imperio neoliberal en América Latina



1. El «imperio neoliberal» [Ver]

1.1. La situación actual América Latina.

No pretendiendo siquiera hacer aquí -por motivos de extensión- una descripción de la situación actual de América Latina «bajo el imperio neoliberal», vamos a enumerar simplemente los elementos de que debería constar una tal descripción. Para nuesro propósito nos basta evocarlos.

Deberíamos hablar en primer lugar de las cifras mismas de la pobreza, hoy más altas que nunca. Mil millones de personas viven en el mundo con un dólar diario1 . Y en América Latina (AL) concretamente crece el número de pobres: en 1985 eran 152 millones (el 41% de la población) y en 1990 eran ya 196 millones (el 46%)2 . La década de los 80 fue una década perdida3 para A.L., aunque fue más más perdida para unos que para otros4 .

Deberíamos referirnos también no sólo a los pobres, sino a los nuevos pobres: la crisis económica y sobre todo los ajustes estructurales arrastraron hacia la pobreza importantes contingentes de capas medias5 . Estos nuevos pobres no son un problema exclusivo del tercer mundo6 . Las cifras de la pobreza han aumentado en todo el planeta7 .

La desigualdad es una de las dimensiones más llamativas: la famosa "copa de champán" que popularizó el informe del PNUD de 1994 la ejemplifica de un modo emblemático. Concretamente, América Latina tiene la peor desigualdad del mundo8 , con Brasil9 y México10 a la cabeza.

Esta desigualdad es además una desigualdad creciente11 . Incluso en los países con prosperidad12 .

Esa «brecha entre países pobres y países ricos» se acrecienta con mecanismos como el de la deuda externa13 , nuevo neocolonialismo que nos hace pagar una deuda que no contrajeron nuestros pueblos, que ya hemos más que pagado, y que se paga recortando la salud, la educación y bienestar del pueblo.


Una nueva palabra hace fortuna para caracterizar la actual situación: la exclusión. Estamos en la mayor crisis de desempleo desde los años 3014 . El neoliberalismo piensa que una buena parte de la sociedad humana actual sencillamente sobra15 , y se confiesa incapaz de servir a más del 15% de la humanidad. El modo de vida de este 15% privilegiado no es generalizable al conjunto de la sociedad: el planeta no aguantaría.

Por su parte el capital financiero internacional ha vivido en los últimos años un fortalecimiento y consolidación planetario, la mundialización16 , nunca antes vivido en la historia. Sus órganos económicos internacionales gobiernan ya de facto el mundo dictando las políticas que han de adoptar los países pobres (que ya no son realmenete soberanos), dirigiendo sus economías con los «ajustes estructurales». Los organismos mundiales (ONU, FMI, BM_), que siguen teniendo estructuras no democráticas, sugieren un gobierno mundial17 .

1.2. El «proyecto neoliberal»: su filosofía Detrás de esta situación hay un proyecto: el neo liberalismo.

El «neo»-liberalismo constituye una versión renovada y ampliada de sus principios filosóficos clásicos, sólo que esta vez sin dulcificar su rostro inhumano, como cuando era necesario hacerlo por la presencia del socialismo contrincante. Ahora puede presentarse sin temor el capitalismo «puro y duro».

Se glorifica el «propio interés» como motor supremo de la actividad económica: «los egoísmos individuales tienden inevitablemente a la armonía de la autorregulación, de forma que el egoísmo es la mejor contribución que el ser humano puede dar a la actividad económica de su sociedad». Se difunde la glorificación de las virtudes del sistema: libertad, realismo, eficacia, calidad, competitividad, superación de las distorsiones de la economía, promesa del "efecto cascada"_ Frente a todo ello entran en crisis las ciencias sociales y los análisis clásicos de los mecanismos de explotación.

Mercado total: un mercado supuestamente libre, dirigido por una «mano invisible» que todo lo autorregula y armoniza. Todo debe supeditarse al dios mercado18 . Con la igualdad de condiciones del mercado libre, se salvarán los más competentes; quedarán excluidos los incompetentes... Pero ni aun por ellos deberá velar el Estado, que debe reducirse a su mínima expresión y dejar de ser el «estado de bienestar». Igualmente, en aras de la competitividad y de la rentabilidad del capital, han de ser destruidas las ventajas laborales conquistadas en los últimos siglos...

La sociedad se «reajusta» en función de los intereses del capital financiero internacional, que se crece y se concentra: «Islas de la opulencia», «Cultura de la satisfacción», dirá Galbraith. Es la «avalancha del capital contra el trabajo», la «revolución de la derecha» y de los poderosos.

1.3. La nueva hora psicológica del pueblo

Hay que referirse tambien a lo no cuantificable: lo psicológico-espiritual.

Hoy ya no se puede hablar con objetividad sólo de «la irrupción de los pobres» como en las décadas pasadas19 ; hoy hay que hablar también del retroceso de los pobres; hay que hablar del proceso de liberación y del proceso de nueva dominación, tanto de la concientización popular como de un proceso de alienación, tanto de la organización popular como de la dimisión y desmovilización, tanto del acercamiento de militantes no cristianos a la Iglesia como de la deserción de la Iglesia de los militantes cristianos... La realidad es, por lo menos, compleja y ambivalente.

Estamos en una hora de euforia de la derecha por la hegemonía cultural que el neoliberalismo ejerce sobre unos medios de comunicación que efectivamente están en su mano20 . Se habla del ocaso de las ideologías y del fin de la historia (Fukuyama). Hasta en una cierta teología se registra una euforia neoconservadora, que llega a identificar al Siervo de Yavé con la empresa multinacional moderna21 .

Un poco por todo el Continente hemos asistido en estos años a un desmoronamiento de las organizaciones populares y a un proceso de indefensión del sujeto popular. Desencanto, depresión, desmovilización, concentración en la lucha por la supervivencia... ¿Es el pueblo el sujeto histórico?22 ¿Será por lo menos un sujeto histórico? Muchos que anteriormente lo afirmaron, ahora lo dudan...

Se registra también por el continente lo que en otra ocasión he llamado un «posmodernismo a lo latinoamericano»23 : aunque por otros motivos que en Europa, también aquí muchos prefieren ahora un pensamiento débil, sin grandes relatos, sin utopías ni proyectos históricos, con la oferta del refugio en el fragmento del vivir (o sobrevivir) hoy como máxima meta. Se puede afirmar que ciertos sectores populares latinoamericanos atraviesan una hora psicológica cuya clasificación nosográfica sería, sin duda, una depresión psicológica colectiva24 .

En el campo de acción de las Iglesias se registra también con una cierta frecuencia una pastoral que se centra en y a veces se limita a los microproyectos de acompañamiento al pueblo en su lucha por la sobrevivencia, abandonando -en esta situación de sobrevivencia- la proyección hacia acciones más estructurales... y centrándose en temas más al gusto de esta hora difícil (interioridad, métodos de oración, autoestima, manejo de los sentimientos...). Algunos teólogos de la liberación guardan silencio, o podan sus temas más polémicos, y entre los religiosos -otrora paladines de la profecía- algunos dicen que ésta es hora de silencio y de sabiduría.

Hay esperanza, y mucha, pero se trata de una esperanza que brota conscientemente en un difícil contexto, conocido con realismo y asumido con madurez25 .

2. El proyecto neoliberal a la luz de Jesús [Juzgar]

2.1. Radiografía ético-teológica de la situación actual del mundo

A pesar de las dudas de los vacilantes, para nostros no cabe duda: una situación como la que acabamos de evocar es una situación éticamente injusta y religiosamente pecaminosa. La situación actual de la pobreza -calificada como «inhumana»26 , como «antievangélica»27 , y como «el más devastador y humillante flagelo que vive el Continente»28 -, es una «situación de permanente violación de la dignidad de las personas»29 ,una situación de violencia30 , de «violencia institucionalizada»31 , producida por las "fuerzas que inspiradas en el lucro sin freno, conducen a la dictadura económica y al 'imperialismo internacional del dinero' condenado por Pío XI y Pablo VI"32 , por "estructuras de pecado" de las que habla Juan Pablo II33 .

Se escucha -también hoy- un "sordo clamor que brota de millones de hombres, que piden a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte"34 , "un clamor35 que sube al cielo, incontenible y amenazador"36 , todavía más grave que en aquellos años37 , sólo que ahora contenido por la falta de alternativas y el síndrome psicológico de depresión.

Una situación del mundo como la actual, caracterizada no sólo por la marginación sino por la creciente exclusión, contradice flagrantemente el primer principio de la clásica Doctrina Social de la Iglesia, que es el «destino universal de los bienes».

La gloria de Dios es que el ser humano viva (San Ireneo), y que el pobre viva (Mons. Romero). El sistema neoliberal excluye a los pobres y sacrifica la dignidad de la persona humana y la integridad de la ecología a las exigencias del mercado, reconocido como verdadero dios38 .

2.2. Juicio moral sobre el proyecto neoliberal que está tras esa situación

Nosotros no dudamos que el neoliberalismo es eficaz, ni siquiera que pudiera ser el sistema más eficaz de la historia para crear riqueza. Pero tampoco dudamos de que crea esa riqueza a base de aumentar tanto la pobreza como la brecha entre ricos y pobres.

Nosotros estamos por el desarrollo, pero por otro tipo de desarrollo. Queremos que se cree riqueza, pero no a ese precio de pobreza y exclusión de las mayorías. La vida de los pobres está por encima de las exigencias de la competitividad y del mercado. Un sistema que excluye como sobrantes a las mayorías será siempre inicuo.

No queremos las promesas del nunca realizado «efecto cascada»: queremos que se detenga la muerte de los pobres. No se puede comprar una hipotética prosperidad futura al precio de la vida de las mayorías presentes oprimidas.

No es verdad que «no hay otra salida»39 . No podemos admitir que ésta sea la solución económica a los problemas económicos; es la solución de los poderosos40 impuesta contra los intereses y la vida de los pobres.

La naturaleza y los méritos del capitalismo son independientes de la suerte del socialismo. Para nosotros es crónico el fracaso del capitalismo para resolver el problema de la pobreza y de la agresión a la naturaleza, problemas clásicos del capitalismo que se agravan día a día, más incluso ahora que la ausencia de contrincante le hace revelarse sin el disfraz de un rostro humano. Hablar de triunfo del capitalismo nos parece sólo posible como un sofisma que manipula el fracaso del socialismo.

El retorno al liberalismo y a sus principios filosóficos fundadores del reconocmiento del interés propio como motor único de la economía y del egoísmo individual como la mejor aportación que el ser humano puede hacer a la colectividad, retorno causado en parte por el fracaso de los intentos socializantes, no deja de ser un fracaso ético de la humanidad en sus intentos por superar una sociedad hecha de lucha de meros intereses individuales (homo homini lupus), por construir una sociedad donde la persona y su dignidad no sean objeto de mercado.

Para los que creemos en la capacidad utópica del ser humano, el fracaso del socialismo (aparte de otras precisiones que serían necesarias) no podría significar más que el fracaso de un concreto intento dentro de la milenaria historia de superación de la injusticia humana, historia protagonizada principalmente por los pobres y oprimidos. Un intento puede haber fracasado, como tantos otros anteriores; lo que no ha podido fracasar es el inagotable impulso utópico por superar un mundo estructurado en torno al egoísmo e individualismo, ni la capacidad humana de crear alternativas para acercar la utopía. Por el honor de Dios y por el honor de la humanidad, nos negamos a aceptar que la historia haya llegado a su final. Por nuestra esperanza cristiana, nos negamos a aceptar la «cultura de la desesperanza», la «teología de la inevitabilidad» que se nos quiere inculcar.
Quizá tenemos una «utopía sin modelo», pero la preferimos al «modelo sin utopía» del neoliberalismo.











2.3. Juicio profético sobre el neoliberalismo

Digamos lo mismo con palabras menos sistemáticas y más proféticas, de Pedro Casaldáliga:
«El neoliberalismo continúa siendo el capitalismo, el capitalismo transnacional llevado al extremo. El mundo convertido en mercado al servicio del capital hecho dios y razón de ser.

El neoliberalismo implica la desresponsabilizazión del Estado, que debería ser el agente representativo de la colectividad nacional y agente de servicios públicos.

El des responsabilizar al Estado, de hecho se desresponsabiliza la sociedad. Deja de existir la sociedad y pasa a prevalecer lo privado, la competencia de los intereses privados.

La privatización no deja de ser el extremo de la propiedad privada que, de privada, pasa a ser privativa, y de privativa pasa a ser privadora de la vida de los otros y de las mayorías. La privatización es la privilegiación de una minoría que, ésa sí, merece vivir y vivir bien... Es doctrina de los teólogos del neoliberalismo: el 15% de la humanidad tiene derecho a vivir y a vivir bien; el resto es el resto... Al contrario de lo que dice la biblia, de que es el resto de Israel, resto de pobres, quien debe abrir caminos de vida y de esperanza para las mayorías.

El neoliberalismo es la marginación fría de la mayoría sobrante. O sea, salimos de la dominación hacia la exclusión. Estamos viviendo un «maltusianismo» social, que prohibe la vida de las mayorías.
El neoliberalismo es también la negación de la utopía y de toda posible alternativa. Es conocida la expresión de Fukuyama: el fin de la historia, el no va más de la historia.

En América Latina salimos de las dictaduras para caer en las «democraduras». Es bueno recordar la palabra lúcida de González Faus: así como el colectivismo dictatorial es la degeneración de la colectividad y la negación de la persona, el individualismo neoliberal es la degeneración de la persona y la negación de la comunidad.

Como Iglesia, como cristianos, delante de esta bestia fiera del neoliberalismo, es necesario que proclamemos y promovamos el servicio del Dios de la Vida.

Hoy, más que nunca, la Teología de la Liberación, la Pastoral de la Liberación y la Espiritualidad de la Liberación, proclaman, afirman y celebran y practican el Dios de la Vida. Se trata también de promover la responsabilidad y la corresponsabilidad de las personas y de las instituciones sociales y de la propia Iglesia, a todos los niveles. El mandamiento de Jesús vivido en la vida diaria, política e institucionalizada. La opción por los pobres, muy definida por las mayorías. Jesús mismo la formula diciendo: He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10).

El neoliberalismo causa más muertes que las dictaduras militares»
Por eso, Casaldáliga lamenta que «la Iglesia en el mundo entero no grite en forma unánime y contundente en contra del neoliberalismo»41 .

Y con la CNBB diremos: «La sociedad del capitalismo neoliberal promueve el materialismo, el consumismo, el individualismo, la competitividad. Con eso facilita la alienación y la corrupción en detrimento de la cooperación, del espíritu comunitario, de la solidaridad y del bien común. Sin alternativas viables, el capitalismo neoliberal impone su manea de pensar y actuar y genera en las personas la idea de que esa cultura es la única forma de vivir en este mundo»42 .

3. Seguir a Jesús bajo el proyecto neoliberal [Actuar]

3.0. Aclaración sobre el «seguimiento de Jesús»

En lo que sigue, vamos a hablar de «seguimiento de Jesús» en un sentido teológico o teologal más que canónico o institucional: seguir a Jesús es para nosotros «vivir y luchar por su Causa», y nos referimos expresamente al seguimiento «con radicalidad». Esta es la esencia teórica y la utopía de la «vida religiosa» (VR), pero lo es también del simple ser cristiano. Todo cristiano está llamado a «seguir a Jesús» y a hacerlo con «radicalidad», aunque no todos tengan que concretarlo en las formas institucionales canónicas de la «vida religiosa» reconocida como tal. No hay pues una identificación automática entre seguimiento de Jesús y VR. En ésta, «ni están todos los que son (todos los que siguen a Jesús), ni son todos los que están» (lamentablemente).

Por eso, lo que aquí vamos a decir se refiere a todo cristiano que quiera ser coherente con su vocación de seguimiento de Jesús y vivirlo «en radicalidad»; y por supuesto, se debe aplicar, a fortiori, a los religiosos, que dicen hacer profesión pública de ese seguimiento.

3.1. Seguir a Jesús en radicalidad

Vamos a proceder en nuestra reflexión en este punto muy gradualmente.

No nos queremos referir a ese «seguimiento de Jesús» como concepto etéreo, teologizado que no significa nada concreto y acaba situándose fuera de la historia. Nos referimos a un seguimiento real, concreto, histórico43 . Seguir a Jesús es «hacer lo que él hizo»44 , perseguir la lucha por su Causa, proseguir su camino, habérselas ante la historia como se las hubo él, entrar en comunión de destino con él y -muy probablemente- cargar con consecuencias semejantes a las que le acarreó a él.
Seguir a Jesús exige entrar en la historia y tomar una actitud frente a la misma. Él fue una «persona con Causa», que se situó en la historia y se comprometio en ella, y que nos reveló que «tener Causa y luchar por ella» forma parte del ser humano porque también es una nota del ser de Dios45 . No tenemos otro camino para seguir a Jesús que el mismo que él recorrió: esta tierra y esta historia.
Seguir a Jesús, en el sentido fuerte de la expresión, exige tener una lectura histórico-escatológica de la realidad, como la suya. Una lectura cultualista del cristianismo, moralista, jurídica, idealista, intelectualista, eclesiocéntrica, sacralizada, espiritualista... no permite -en nuestra opinión- un seguimiento auténtico de Jesús, porque Jesús nunca fue por esos caminos; más aún, expresamente los rechazó, aunque con el transcurso de los siglos el cristianismo haya llegado a caer en las cosas a las que Jesús más se opuso en su vida46 ; pero hay que rescatar al Jesús real y hablar con veracidad de su seguimiento.

La Causa de Jesús -clave del seguimiento- es el Reino de Dios; y por eso, seguir a Jesús es empeñarse a vida o muerte (como él) por la Causa del Reino, que no es «otro» mundo, ni la Iglesia, ni es cielo, ni la salvación de las almas. Todos los que ponen (consciente o inconfesadamente) la Causa de su vida en otro mundo, en el cielo, en la salvación de las almas, o en la Iglesia, no están siguiendo auténticamente a Jesús, aunque puedan estar haciendo cosas muy loables o meritorias; Jesús nunca fue por esos caminos.

Jesús presentó el Reino como la utopía revelada por Dios para su construcción en la historia, y se entregó totalmente a esta Causa. Sólo sigue a Jesús quien concibe la vida como un don de sí mismo a Dios y al mundo en la tarea de tratar de acercar mutuamente la historia y el Reino. Seguir a Jesús y luchar por el Reino son equivalentes en este sentido.

Hacer esto «con radicalidad» es comprometerse en esa lucha existencial también con radicalidad: dando de un modo efectivo una primacía absoluta47 al Reino, poniéndolo realmente por encima de todo: por encima de los intereses personales, sociales, corporativos, eclesiásticos...

La Causa de Jesús, el Reino, es «Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia, Amor» en este mismo mundo antes y después de la muerte. El Reino permanece siempre en una dimensión utópica, siempre inalcanzable, pero siempre generadora de dinamismos históricos, en su dirección. Por eso, si bien nunca será alcanzado y siempre juzgará la situación concreta de cada momento histórico, hay etapas de la historia en los que brilla con especial nitidez como denuncia al confrontarse con estructuraciones concretas de este mundo contrarias al Reino.

La hora actual, marcada «bajo el imperio neoliberal», con todo lo que el juicio ético-teológico y moral puede decir de ella48 , es uno de esos momentos. No es posible seguir a Jesús, luchar por su Causa y no sentirse enfrentado a una configuración del mundo que niega radical y estructuralmente la utopía de Dios para los humanos.

3.2. Seguir a Jesús en radicalidad bajo el imperio neoliberal

Reconociendo en primer lugar la diversidad de carismas, vocaciones y espiritualidades, y por tanto que no todos los cristianos deban afrontar proféticamente al neoliberalismo en la misma forma y con la misma intensidad, se puede afirmar sin embargo que, partiendo de los planteamientos del seguimiento de Jesús que acabamos de establecer, no es posible que un cristiano que quiera seguir a Jesús en radicalidad deje de afrontar proféticamente el proyecto neoliberal actual, en cuanto que es reconocidamente la causa estructural mayor de la grave situación que anteriormente hemos descrito y calificado como «éticamente injusta y religiosamente pecaminosa».

Pretender seguir a Jesús en esta hora y este contexto mundial sin decir ni hacer nada para superar y transformar la actual situación sería -cuando menos- una incoherencia o una falta de radicalidad. Sabiendo que las raíces («radicalidad») del mal están tanto en el corazón del ser humano como en las estructuras sociales de pecado49 , una vivencia cristiana que no integre en sus planteamientos su denuncia y superación sería por lo menos una vivencia mutilada del evangelio, y nunca podría ser propuesta como un modelo de seguimiento de Jesús en radicalidad.

Esta tesis no necesita mayor justificación teológica que la ya dada: simplemente vamos a desglosarla en unos principios mayores:

Concretamente, en esta hora del «imperio neoliberal», un seguidor -persona individual o comunidad- de Jesús que lo quiera ser en radicalidad debe:

-centrar su espiritualidad y concentrarse personalmente más y más en el Reino. Se trata de vivir un reinocentrismo50 real, superando y rechazando el eclesiocentrismo u otros varios «centrismos» que ponen de hecho lo absoluto de la vida cristiana en algo distinto del Reino. Se trata de volver al corazón del mensaje de Jesús, leído desde nuestro 3M: la justicia y el amor en la historia hacia su transcendencia. Toda dimensión eclesial o eclesiástica o ascética o cúltica o evangelizadora, deberá ser leída desde esta óptica central y radical del Reino.

-ello nos llevará afrontar el «drama mayor de nuestro tiempo», sobre todo en América Latina, el continente de mayores desigualdades. No estamos diciendo que ésta sea la única perspectiva, pues «no sólo de pan vive el hombre», ni lo socioeconómico es la única dimensión de la vida; ni tampoco afirmamos que sea la principal tarea para todas las vocaciones y carismas; pero sí afirmamos que, en fuerza misma de las palabras de Jesús que constituye a las víctimas de este sistema en nuestros jueces escatológicos (Mt 25, 31ss), todos los cristianos hemos de sentirnos interpelados por este «drama mayor» y constituirlo en objeto de nuestro compromiso humano y cristiano.

-deberemos ir a las raíces (radicalidad) tanto personales (el egoísmo individual es precisamente el fuste mayor de la filosofía neoliberal) como estructurales sistémicas (lo sociopolítico como ámbito de la macrocaridad), fieles a nuestra identidad espiritualidad latinoamericana: santidad política51 , contemplación en la liberación52... siguiendo a Jesús «que quita el pecado del mundo».

-deberemos superar toda actitud de posmodernismo como tentación de la hora cultural y psicológica que vivimos53 . El cristiano no puede ser posmoderno en el sentido fuerte de la palabra54 .

-no olvidar que el Reino, siendo siempre lo central, no es unidimensional, sino omnienglobante: la justicia se combina con la misericordia, lo racional con lo simbólico, la cruz con la pascua, la lucha con la fiesta.






Complementariamente podríamos señalar algunos otros aspectos:

  • Aceptar con sabiduría la pluralidad de situaciones sociales, eclesiales, psicológicas, culturales... Discernir la «hora psicológica y espiritual» en que está el pueblo al que desea servir. En un lugar habrá que reducirse a una atención sencilla y preevangelizadora ante una religiosidad popular muy primitiva; en otro habrá que empezar de nuevo una trabajo de concientización sociocrítica (a la vista del gran retroceso general); o quizá en algún lugar haya que limitarse a una presencia testimonial a la espera paciente de que pase esta hora difícil_ Todas pueden ser formas válidas de seguimiento radical.
  • Aceptar igualmente la apertura a otras lógicas y otras perspectivas que la de la justicia y de la transformación estructural histórica. Abrirse a todas las dimensiones y conjugarlas sabiamente. «La solidaridad con los pobres no es sólo solidaridad con sus ansias de justicia y de liberación de la pobreza, sino también con sus culturas y aspiraciones utópicas, con su religiosidad»55 .
  • Combinar lo local y lo mundial, la visión de conjunto y lo particular, la conversión personal y la transformación estructural56 .Hasta ahora, la máxima que ya se había hecho clásica, afirmaba: «piensa mundialmente y actúa localmente». En un mundo en el que la mundialización ha alcanzado ya prácticamente todos los rincones del planeta, hay que reformularla: «piensa mundialmente y, actúa local-y-mundialmente». Ya no se puede pensar que la actuación de cara a lo mundial esté reservada a unos pocos especialmente capacitados. En la medida en que el neoliberalismo es, de hecho, ya un sistema mundializado, sin contrincante, en la medida en que asumanos nuestra responsabilidad como «ciudadanos del mundo», no tendremos derecho a no actuar en lo mundial. Con esto no nos referimos a una acción que haya de ser necesariamenete sociopolítica o económica de transformación estructural, pero sí a que esta dimensión esté presente en nuestro trabajo local y en un compromiso efectivo de cara a lo mundial.
  • Si «nuestro compromiso sociopolítico forma parte de nuestro seguimiento de Jesús» (Puebla), nuestro compromiso por renovar y cambiar el mundo teniendo en cuenta su perspectiva más amplia (mundialización) forma parte de nuestro seguimiento. Si esa mundialización hoy ha cristalizado en el sistema neoliberal como «el sistema del mundo», y si además ese sistema concreta hoy «el pecado del mundo» en su dimensión estructural, también nuestro compromiso sociopolítico de perspectiva mundializada forma parte necesariamente de nuestro seguimiento de Jesús, «el que quita el pecado del mundo». No hay justificación para mutilar de nuestro seguimiento ese compromiso.
  • No ser «menos astutos que los hijos de las tinieblas»: saber articularnos mundialmente aprovechando las ventajas que -a pesar de nuestra escasez y pobreza de medios- nos permite la revolución actual de las comunicaciones.
  • En una época en que las condiciones de vida o de muerte de los pobres no sólo no se han aliviado sino que se han agravado, urge la defensa, renovación y desarrollo de la teología y la espiritualidad de la liberación radicalizándonos en la opción por los pobres, con más profetismo que nunca, y toda la sabiduría necesaria para discernir la nueva sensibilidad de un tiempo muy distinto al de las décadas pasadas. En este tiempo de un nuevo «imperio», neoliberal ahora, debemos recoger la herencia histórica de los profetas latinoamericanos que defendieron al indígena y al negro frente al sistema colonizador y esclavizador. Como estos profetas, es lógico que compartamos la persecución social y la incomprensión eclesial.
  • Asumir el ministerio teológico-profético tan urgente en esta hora de depresión social y de eclipse de las esperanzas del pueblo para reinterpretar esta hora, abrir perspectivas, iluminar salidas en el nuevo paradigma de liberación, mantener la resistencia del pueblo ante la exclusión del sistema, dar la voz a los sin voz, esperanza a los sin esperanza, seguridad a los dubitativos y ser una denuncia permanente de la maldad del sistema... La fe cristiana ejercerá así un papel terapéutico frente en esta hora de depresión57 .
  • Acompañamiento del pueblo en su lucha por la sobrevivencia, en la organización de acciones y proyectos de resitencia, que si bien no son una alternativa al sistema, sí son una estrategia. Ayudar al pueblo a superar las tentaciones propias de esta situación angustiosa (individualismo, pérdida de utopías...). Compartir con él la oscuridad de la hora, la perplejidad como forma de esperanza, la resistencia como forma de fidelidad, la convicción de que la luz del día llegará; aceptar la conflictividad con el sistema y dentro de la Iglesia, no claudicar por cansancio en el irenismo.
  • Vivir todos estos campos con radicalidad, pretendiendo ser un acercamiento eficaz del Reino -más que simplemente una «parábola»-, y con sabiduría: sabiendo superar las contradicciones eclesiásticas que inevitablemente se producirán de forma que sin disminuir nuestra fidelidad, logremos revertirlas positivamente para el crecimiento eclesial.
  • A varias décadas de distancia, vuelven a resonar las palabras de Hugo Assman como un desafío permanete en un contexto todavía más agudo que el de entonces: "Si los 50 millones de muertos anuales de hambre y desnutrición no se convierten en el punto de partida de la teología, habrá que salvarla de su cinismo".
Mientras haya pobres y creyentes habrá espiritualidad de la liberación. Mientras haya injusticia será tiempo de profecía. «La Iglesia no dejará de ser voz de los que no tienen voz mientras haya oprimidos»58.

3.3. Apéndice desde una «teología narrativa».

No es la primera vez que los cristianos -o el mismo pueblo de Israel- estamos «bajo un imperio». El neoliberalismo, aun siendo tan peculiar, no es «estructuralmente» nuevo. Podemos ver nuestra propia problemática en anteriores páginas históricas, incluso bíblicas. Esta vez, pasándonos a un registro de «teología narrativa», vamos a limitarnos a una página muy nuestra aunque menos conocida59 , la del mercantilismo esclavista que durante tres siglos "deportó" hasta nuestro continente, arrancándolos de la Madre Africa, a 20 millones de esclavos negros60 . ¿Qué hicieron los religiosos de entonces, "bajo aquel imperio" esclavista? Sin duda, podremos aprender en cabeza ajena61.

Durante tres siglos, el famoso «triángulo negrero» constituyó la estructura básica de la economía internacional. El mercantilismo esclavista fue la base de la economía mundial. La esclavitud, en aquel momento, parecía natural, incuestionable. Oponerse a ella significaba cuestionar los fundamentos mismos de la sociedad occidental: una denuncia absurda, una utopía loca, una subversión intolerable.
En aquellos siglos los ingenios azucareros constituyeron la base de la producción económica americana. «Sin esclavos no hay azúcar, y sin azúcar no hay Brasil», se decía. En los ingenios había esclavos por millares. Sus dueños estaban muy interesados en tener capellanes que impartieran a los esclavos su catequesis dominical. ¿Por qué?

Es fácil de suponer: ¿qué predicaban los capellanes en los ingenios? El P. Antonio Vieira, famoso misionero jesuita en Brasil, de quien se conservan sus famosos «Sermões», les predicaba: «No hay trabajo ni género de vida en el mundo más parecido a la cruz y a la pasión de Cristo que el vuestro en uno de esos ingenios azucareros. Bienaventurados vosotros si llegáis a conocer la fortuna de vuestro estado. En un ingenio sois imitadores de Cristo crucificado, porque padecéis de modo muy semejante al que el mismo Señor Jesús padeció. Hierros, prisiones, azotes, insultos_ de todo eso se compone vuestra imitación, que, si va acompañada de paciencia, también tendrá su merecimiento de martirio. Cuando sirváis a vuestros señores no sirváis como quien sirve a hombres, sino como quien sirve a Dios_».

En aquella predicación -común por lo demás en la mentalidad de la época- no se enseñaba a los esclavos virtudes como la fraternidad y la igualdad de los humanos, la lucha por la justicia y por la libertad, ni la unión, la fe, la rebeldía y la esperanza. La predicación decía que las mayores virtudes del cristiano (quizá paralelamente a las que cultivaban los religiosos) eran la obediencia, la humildad, la paciencia, la resignación, la sumisión a la voluntad de Dios.

La predicación decía a los esclavos que debían sentirse felices de ser esclavos, pues de no haberlo sido no hubieran podido salvarse. De hecho la predicación hacía que los esclavos creyesen que había sido la providencia de Dios la que los llevó a la esclavitud, para que así pudieran ganar la vida eterna.

La esclavitud no aparecía como un mal, sino como un medio de atraer a los paganos a la sociedad cristiana, que era la de los blancos. Esta finalidad tan sagrada justificaba los medios.

Por eso los dueños de los esclavos querían que no faltase la presencia de un capellán en los ingenios.

Cuántos religiosos, celosos apóstoles, con la mejor de las buenas voluntades, cayeron en la trampa del sistema. Estuvieron predicando, en nombre de Jesús, sin saberlo, algo a lo que él se opuso radicalmente en su vida: la resignación ante la injusticia, la bienaventuranza de la esclavitud, la explotación del hombre por el hombre, el despojar de esperanza a los pobres. Estuvieron haciendo el juego a las fuerzas antiReino, contra la Causa de Jesús. ¿Estuvieron «siguiendo a Jesús» realmente?

Muchos obispos, sacerdotes, conventos, monasterios, colegios_ fueron ellos mismos propietarios de esclavos. En los mismos territorios de la Verapaz (Guatemala) que recorriera con aquel fervor evangelizador utópico Bartolomé de Las Casas, sólo dos generaciones después los mismos dominicos habrían instalado grandes conventos con inmensos territorios cuyo cultivo azucarero era sacado adelante a base de esclavos negros. Por parte de los jesuitas es sabido cómo sus colegios de Brasil tenían cientos de esclavos, y cómo el superior provincial de Angola, cuando tenía alguna deuda que pagar a la provincia jesuita de Brasil, la pagaba «en especie», con esclavos negros; y él mismo tenía un barco negrero. Y lo que decimos de dominicos y jesuitas -tan proféticos y liberadores en otros aspectos- se podría decir de otras muchas congregaciones, personajes y entidades eclesiásticos.

¿Pero es que no hubo profetas que contrarrestaran la oscuridad de esta página histórica? Respecto a los indígenas tenemos decenas, o cientos de figuras proféticas, que aun siendo la excepción a la regla, no dejan de ser una gloriosa legión. Respecto a los negros parece que podemos contar esos profetas con los dedos de la mano. Ni el mismísimo san Pedro Claver dijo una palabra contra la esclavitud62 .

Fue un gran santo, se desvivió por los negros, se entregó heroicamente a su asistencia... pero no se atrevió o no fue capaz de cuestionar la esclavitud. Sólo Miguel García, Gonzalo de Leite, Efipanio de Moirans y mi paisano Fray Francisco José de Jaca se salvaron de ese oprobioso silencio eclesial. Sobran dedos de la mano. A los cuatro les fue mal: incomprendidos, desterrados, perseguidos, apresados y alguno de ellos muerto de mala muerte.

Respecto al esclavismo occidental, la vida religiosa, y la Iglesia como conjunto, fallaron. No condenaron un sistema tan inhumano y anticristiano. Más aún: con su silencio, con su presencia, con su asistencia, con su predicación, lo legitimaron. Estuvieron haciendo «en nombre de Jesús» lo contrario de lo que él hubiera hecho63 , lo contrario de lo que él hizo en su vida (Lc 4, 16ss).

Una desafortunada frase del Documento de Consulta para Santo Domingo nos da una pista: «nunca entonces enfrentó la Iglesia la negación total de la esclavitud negra. Posiblemente, la Iglesia, en un momento de decadencia, no podía retar a todas las potencias de Occidente»64 . Evidentemente, la Iglesia podía, con la fuerza del Espíritu. Pero no lo hizo. No se atrevió a desafiar el sistema esclavista, con lo que lo legitimó. «No se atrevió a retar a todas las potencias de Occidente». La legión multitudinaria de religiosos de aquellos tres siglos tampoco se atrevió, a pesar de que entonces se consideraban «estado de perfección» cristiana.

Hoy estamos también ante un sistema económico injusto tan metido dentro de la lógica de nuestro mundo, que oponerse a él aparece a muchos como la negación de algo evidente y natural, exactamente como hace tres siglos ocurría con la negación del esclavismo. «Hoy ya no existe el ídolo del emperador romano, encuyos altares se derramó la sangre de los primeros cristianos, pero sí existe, agigantado y omnipresente, el ídolosecularizado de la economía de mercado, en cuyos altares se sacrifica ciega y frenéticamente la vida y la dignidad de millones de seres humanos, legitimando yel derramamiento abundante de la primera y de la segunda sangre: la de los oprimidos insurrectos y la de quienes con ellos se solidarizan»65 .

Como en los tres siglos de esclavismo negro, tampoco faltan en la Iglesia muchos religiosos admirablemente dedicados a la asistencia de los pobres, como san Pedro Claver. ¿Pero hay suficientes religiosos capaces de denunciar el sistema como tal, como Fray José de Jaca?

Muchos religiosos reproducen en su vida la contradicción misma que vive la Iglesia: por una parte, se considera abogada de los pobres, como en aquel tiempo se consideraba abogada de los esclavos; por otra justifica y bendice el sistema, situándose más cerca que nunca del capitalismo.

Cuando la historia avance quizá otros 500 años y se vea ya con claridad que el sistema neoliberal que se impuso a finales del siglo XX no era menos injusto y perverso que el esclavismo negrero, ¿será posible que en algún documento eclesiástico puedan también decir: «nunca entonces (al final del siglo XX) enfrentó la Iglesia la negación total del capitalismo y del neoliberalismo. Posiblemente, la Iglesia, en un momento de debilidad eclesiástica y de euforia neoliberal, no podía retar a todas las potencias de Occidente»?

¿Y qué dirán de los religiosos de esta hora final del siglo XX? El discernimiento y la opción que tuvieron que hacer los religiosos defensores de los indígenas y los pocos denunciadores de la esclavitud no fue fácil. No era «evidente» la injusticia que se estaba cometiendo con los indígenas y los negros. La opinión común, el peso de la autoridad civil y religiosa, la praxis misma de las instituciones eclesiásticas, la inercia de las cosas... inclinaban a pensar que la encomienda, la mita, la esclavitud y el proceso general de la conquista eran algo «natural», y hasta avalado por la teología y por el magisterio pontificio. Era más fácil no ser «radical», no ser intolerante, no salirse de la opinión común.

El superior provincial de los dominicos de La Española les ordenó «por obediencia» cesar en aquellas actitudes proféticas. Tenían pues los religiosos argumentos fáciles para tranquilizar su conciencia y «reconciliarse» con el sistema. Pero prefirieron obedecer en conciencia a su intuición profética. Otros muchos estuvieron comprometidos con el sistema: conventos con indios encomendados, propietarios de esclavos negros, con latifundios y grandes riquezas, en inmejorables relaciones con los poderosos. Pero Jesús dijo: «o conmigo o contra mí». Los que no fueron proféticos fueron conniventes.

Una vida religiosa que no haga suyo el grito de muerte de los pobres, y no denuncie el sistema que los crea, no tiene sentido hoy en nuestro continente oprimido por el neoliberalismo.


  • 1 El BM habla de 1.116 millones de personas con un poder de compra efectivo inferior a 370 US$/año, algo escalofriante si se tiene en cuenta que en países ricos como EEUU se define la pobreza por debajo de los 2.902 $. (L. DE SEBASTIAN, Mundo rico, mundo pobre. Pobreza y solidaridad en el mundo de hoy, Santander 1992, p 23-24).

  • 2 Informe de la CEPAL, citado por G. IRIARTE, Los grandes desafíos que presenta el mundo actual a la Vida Religiosa, en el contexto Norte-Sur, en Retos de la Vida Religiosa hacia el año 2000, CLAR, Indo-american Press Service, Bogotá 1994, pág. 71.

  • 3 Si al índice de ingresos del año 1980 le damos el valor nominal de 100, en el año 1990 ese índice era de 84 para América Latina en su conjunto. Esto quiere decir que en esa década el promedio de ingresos de la población de la región se deterioró en un 16%. IRIARTE, l.c., pág. 71.

  • 4 [Si el promedio de ingresos de la A.L. se deterioró en un 16% en la "década perdida"] el problema es aún mucho más grave para el 60% más pobre de la población. Los ingresos no disminuyeron en forma pareja y equitaviva para todos. Muy al contrario, en esos 10 años, el sector más privilegiado de la población no sólo no se vió afectado en sus ingresos, sino que al socaire de un neoliberalismo deshumanizado e injusto, creció y se distanció abismalmnete de los sectores más pobres, que se empobrecieron en esa misma década perdida hasta en un 30%. IRIARTE, l.c., 71. Hay que recordar también que la década perdida fue década "ganada" para la banca internacional, pues fue la de mayores ingresos sostenidos hasta entonces.

  • 5 «No sólo se mantuvo la tendencia de concentración del ingreso entre los sectores más ricos, sino que también amplios segmentos de la clase media y en general de trabajadores de los sectores industrial y de servicios, se deslizaron por debajo de la línea de pobreza». «La mayor parte de los costos del ajuste recayeron sobre los grupos de ingresos bajos y medianos». BID-PNUD, Reforma social y pobreza. Hacia una agenda integrada de desarrollo, Washington 1993, pág. 14-15.

  • 6 Según el Informe 1991 del PNUD, más de 100 millones de habitantes de los países industrializados viven por debajo de la línea de pobreza. Incluyendo a Rusia y Europa del Este, esta cifra llega a más de 200 millones.


  • 7 «En lugar de la mundialización de la riqueza, como anuncia la propaganda neoliberal, se constata una real internacionalización de la pobreza. Algunos lo denominan la 'africanización' de todos los países subdesarrollados». Cfr. THAI-HOP, Pablo, Los excluidos, extraña creatura del nuevo paradigma tecno-científico,Diakonía 76(dic 95)11, Managua; también en Revista Electrónica Latinoamericana de Teología nº 120, en http://www.uca.ni/koinonia/relat/120.htm

  • 8 América Latina y el Caribe, pese a tener un nivel general de desarrollo que se compara favorablemente con otras regiones en desarrollo, han mantenido las peores desigualdades del mundo en materia de distribución de ingresos y recursos. Sus contrastes entre la riqueza y la pobreza son más chocantes que en ningún otro lugar del planeta. Brasil es, al respecto, el país más desigual del mundo, donde el 20% más rico de la población recibe un ingreso 26 veces superior al del 20% más pobre. Lo siguen México, los países andinos, América Central, el Caribe, etc. Cfr. BID y PNUD, Reforma social y pobreza, l.c.
  • 9 La propiedad sobre la tierra en el Estado de Mato Grosso do Sul es tal vez la más concentrada, con un 1% de la población como propietaria del 70% de la tierra. Noticias Aliadas 31/43(24.11.94)4, citado en DRÜ 42(diciembre 94)12. Cfr también Paulo R. SCHILLING, Brasil: A pior distribuição da renda do mundo, CEDI.
  • 10 México tiene, junto a 40 millones de pobres y 17 de extremadamente pobres, están 24 de los 42 hombres más ricos del mundo y es el país latinoamericano que más multimillonarios produce (Agenda Latinoamericana'96, pág 223).
  • 11 El dominio de los grandes grupos financieros e industriales y la concentración de la riqueza en unos pocos ha sido un fenómeno constante a lo largo de estos 50 años y se ha intensificado en la última década. Así, cuando en 1960 el 20% más pobre de la población del planeta se repartía el 2'3% de la renta mundial, este percentaje ha disminuido al 1'7% en 1980 y al 1'4% en 1990. Mientras el 20% de los más ricos pasaba del 70'2% en 1960 al 76'3% en 1980 y al 82'7% en 1990. Cfr. J.M. MELLA y A. PERDIGUERO, El FMI y el BM, en «Vida Nueva»1966(29.10.1994)28, Madrid.
  • 12 En Chile, por ejemplo, entre 1970 y 1988, el ingreso real del 20% más pobre disminuyó en un 3%, mientras que el del 20% más rico aumentó en un 10%. Cfr PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 1993, CIDEAL, Madrid 1993, pág. 29
  • 13 La deuda externa, que ascendía a 257 mil millones de dólares en 1980, pasó en 1990 a 476, y a 547 en 1994. Cfr. Sem Franteiras 233(outobro 1995)9, São Paulo.
  • 14 Datos de la OIT. Cfr. Agenda Latinoamericana'96, pág. 180.
  • 15 Según algunos ideólogos neoliberales, con las innovaciones de la informática, de la robótica y de la ingeniería genética, la sociedad postindustrial podría funcionar y funcionaría mejor con la parte más rica de la población mundial. Cfr. THAI-HOP, Pablo, Los excluidos, extraña creatura del nuevo paradigma tecno-científico, Diakonía 76(dic 95)4ss; también en http://www.uca.ni/koinonia/relat/12o.htm
  • 16 La Agenda Latinaomericana'96 (págs. 19-33) presenta un dosier sobre el tema.
  • 17 Jan Tnbergen (premio Nobel), Gobierno Mundial, en Agenda Latinoamericana'96, pág. 35.
  • 18 Cfr GONZALEZ FAUS, Las deficiencias del mercado, RELaT 132, en http://www.uca.ni/kooinonia/relat/120.htm
  • 19 V. CODINA, La irrupción de los pobres en la teología contemporánea, Congreso de Teología, Madrid 1981, «Misión Abierta» 683-692
  • 20 Cerca del 80% de las noticias internacionales que circulan en A.L. son propagadas por las dos poderosas agencias norteamericanas: la AP (Associated Press) y la UPI (United Press International). Como todos sabemos, esas agencias representan la ideología y los intereses económicos y políticos de EEUU. Mientras las principales agencias de información latinoamericanas transmiten en su conjunto 50.000 palabras por día, las dos poderosas agencias de EEUU emiten un promedio diario de 8.000.000 de palabras, o sea, 160 veces más información que todas las agencias de A.L. juntas. IRIARTE, l.c., pág. 74.
  • 21 Eso sostiene la teología de M. Novak, «apoteosis de la sustitución de Jesús y su Dios por el sistema y sus sagrados mecanismos» (J.M. MARDONES, Capitalismo y religión. La religión política neoconservadora, Sal Terrae, Santander 1991, pág. 281).
  • 22 Eso se preguntaba la revista Alternativas en su número monográfico sobre el tema: 2(1994), Guatemala.
  • 23 J.M.VIGIL, ¿Qué queda de la opción por los pobres?, «Christus», 667(agosto 1993)7-19, CRT, México; «Alternativas» 1(junio 1993)101-127, Guatemala; http://www.uca.ni/koinonia/relat/6.htm
  • 24 J.M. VIGIL, Aunque es de noche. Hipótesis psico-teológicas sobre la hora espiritual de América Latina en los 90, Envío, Managua 1996.
  • 25 «Análisis de coyuntura de la utopía latinoamericana», Agenda Latinoamericana'96, pág. 16-17.
  • 26 Medellín, Pobreza, 11; Puebla 29.
  • 27 Puebla 1159.
  • 28 Puebla 29; Santo Domingo 179a.
  • 29 Puebla 41.
  • 30 La pobreza es la peor forma de violencia, porque hace patente la injusticia. Mathatma Gandhi, citado por Pablo Thai-Hop, l.c.
  • 31 Paz, 16.
  • 32 Paz, 9e.
  • 33 SRS 37; estructuras algunas de ellas de alcance internacional, de las que dice que reproducen hoy día la parábola del rico banqueteador y el pobre Lázaro, cfr por ejemplo su discurso ante la ONU el 2.10.79 y el discurso del 17.09.1984 en Edmonton, Canadá: los pueblos del Sur juzgarán a los pueblos del Norte.
  • 34 Medellín, Pobreza, 2.
  • 35 V. CODINA, Teología del clamor popular, Oruro 1985; retomado en Parábolas de la mina y el lago, Salamanca 1990, pág. 17-46. J. COMBLIN, O clamor dos oprimidos, o clamor de Jesus, Petrópolis 1985.
  • 36 Puebla, 87-89.
  • 37 Sto Domingo179b: «Las estadísticas muestran con elocuencia que en la última década las situaciones de pobreza han crecido tanto en números absolutos como relativos».
  • 38 Cfr. ASSMANN - HINKELAMMERT, La idolatría del mercado, Paulinas, Madrid.
  • 39 HINKELAMMERT, Sobre la sociedad que dice de sí misma que no hay salida, «Pasos», DEI, San José.
  • 40 «De no aplicarse políticas macroeconómicas que permitan una estabilización y un ajuste efectivo, los más perjudicados serán los pobres, ya que son los pobres los que más sufren por la alta inflación y las deficiencias en la oferta y los servicios públicos, reflejo de políticas incorrectas» (p. 14-15). «También son los pobres los que más sufren si el inevitable ajuste se produce de manera forzada en situaciones de crisis agudas» (p. 65). Cfr. Michel CANDESSUS, director gerente del FMI, en BID-PNUD, Reforma social y pobreza, citado por P. Thai-Hop, l.c.
  • 41 Entrevista dada a Dermy Azevedo. Publicada en castellano en RELaT nº 16.
  • 42 CNBB, citado por «La Religión», Caracas, viernes 28 de julio de 1995.
  • 43 Gonzalo DE LA TORRE, El religioso, "goel" de sus hermanos, «Vida Religiosa» 62(1 nov 1987)433-440, Madrid.
  • 44 Santo Domingo 178.
  • 45 J.M.VIGIL, Fijos los ojos en la utopía de Jesús, «Diakonía» 72(diciembre 94)45-55, Managua. También en: http://www.uca.ni/koinonia/relat/52.htm
  • 46 Nolan, ¿Quién es este hombre?, Sal Terrae, Santander 1981, pág 13.
  • 47 «Sólo el Reino es absoluto, todo lo demás es relativo», EN 8.
  • 48 Cfr supra.
  • 49 Ni en uno ni en las otras separadamente, como ha insistido el clásico debate cristiano-marxista, con evidente ceguera por ambas partes; la verdad está en la síntesis.
  • 50 CASALDALIGA-VIGIL, Espiritualidad de la liberación, Sal Terrae, capítulo «Reinocentrismo». J. SOBRINO, Centralidad del Reino de Dios en la teología de la liberación, en Mysterium Liberationis, Trotta, Madrid-San Salvador 1991, 467-510.
  • 51 Jon SOBRINO, Perfil de una santidad política, «Concilium» 183(marzo 1983)335-344. También en: http://www.uca.ni/koinonia/relat/137.htm; CASALDALIGA-VIGIL, l.c., cap. «Santidad política», pp. 244-251.
  • 52 L. BOFF, Contemplativus in liberatione, en VARIOS, Espiritualidad de la liberación, CEP, Lima 21982, pp 119-120. CASALDALIGA-VIGIL, l.c., cap. «Contemplativos en la liberación», pp. 158-177.
  • 53 CASALDALIGA, P., Tentaciones de hoy, en Agenda Latinoamericana'96, pág. 194.
  • 54 J.M.VIGIL, Fijos los ojos en la utopía de Jesús, l.c.
  • 55 V. CODINA, Creo en el Espíritu Santo, Sal Terrae, Santander 1994, pág. 185ss.
  • 56 En todos estos campos se trata, para nosotros, de una «adición», no de una «disyuntiva».
  • 57 J.M. VIGIL, Aunque es de noche...
  • 58 Mons. Romero, homilía del 20.5.1979.
  • 59 Sto Domingo dirá que se trata de «el mayor pecado de la expansión colonial de Occidente» (246b).
  • 60 Según las hipótesis moderadas. Cfr Agenda Latinoamericana'92 (pág. del 16 de agosto).
  • 61 He tratado este tema más ampliamente en Lecciones de la Historia para la Vida Religiosa, «Enfoque», Conferencia Boliviana de Religiosos 87(septiembre 1994)5-14, La Paz; «Nuevo Mundo», 165-166(1994)157-172, Caracas. También en http://www.uca.ni/koinonia/relat/48.htm
  • 62 «San Pedro Claver vivió con los esclavos negros en Cartagena de Indias y murió contagiado por las enfermedades de los esclavos. El cuidó, quiso a los esclavos y entregó su vida por ellos, pero nunca cuestionó la esclavitud»: G. GUTIERREZ, Semana de espiritualidad, editada por el Grupo misionero vasco en Ecuador, Quito 1-4.3.94, pág. 29
  • 63 A. NOLAN, ¿Quién es este hombre?, Sal Terrae, Santander 1981, pág. 13.
  • 64 Documento de Consulta para Santo Domingo, nº 23.
  • 65 COMISION DE JUSTICIA Y PAZ de la Confederación de Religiosos de Colombia, Aquellas muertes que hicieron resplandecer la vida, Bogotá 1992, pág. 23.
  • miércoles, 13 de enero de 2016

    MANIFIESTO CONTRA LA MUERTE DEL ESPÍRITU Y DE LA TIERRA

    MANIFIESTO CONTRA LA MUERTE DEL ESPÍRITU Y DE LA TIERRA

    Lanzado por Javier Ruiz Portella con el respaldo de Álvaro Mutis

    Quienes estampamos nuestra firma al pie de este Manifiesto no estamos movidos por ninguno de los afanes que caracterizan habitualmente al signatario de proclamas, protestas y reivindicaciones. El Manifiesto no pretende denunciar políticas gubernamentales, ni repudiar actuaciones económicas, ni protestar contra específicas actividades sociales. Contra lo que se alza es contra algo mucho más general, hondo… y por lo tanto difuso: contra la profunda pérdida de sentido que conmueve a la sociedad contemporánea.

    Aún sigue existiendo, es cierto, algo parecido al sentido; algo que, por sorprendente que sea, aún justifica y llena la vida de los hombres de hoy. Por ello, el presente Manifiesto se alza, hablando con mayor propiedad, contra la reducción de dicho sentido a la función de preservar y mejorar (en un grado, es cierto, inigualado por ninguna otra sociedad) la vida material de los hombres.

    Trabajar, producir y consumir: tal es todo el horizonte que da sentido a la existencia de los hombres y mujeres de hoy. Basta, para constatarlo, leer las páginas de los periódicos, escuchar los programas de radio, regodearse ante las imágenes de la televisión: un único horizonte existencial (si se le puede denominar así) preside a cuanto se expresa en los medios de comunicación de masas. Contando con el enfervorizado aplauso de éstas, dicho horizonte proclama que de una sola cosa se trata en la vida: de incrementar al máximo la producción de objetos, productos y esparcimientos puestos al servicio de nuestro confort material.

    Producir y consumir: tal es nuestro santo y seña. Y divertirse: entretenerse en los pasatiempos (se denominan con acertado término: “actividades de ocio”) que la industria cultural y los medios de comunicación lanzan al mercado con objeto de llenar lo que, sólo indebidamente, puede calificarse de “vida espiritual”; con objeto de llenar, más propiamente hablando, lo que constituye ese vacío, esa falta de inquietud y de acción que la palabra ocio expresa con todo rigor.

    A ello se reduce la vida y el sentido del hombre de hoy, la de ese “hombre fisiológico” que parece encontrar su mayor plenitud en la satisfacción de las necesidades derivadas de su mantenimiento y sustento. Resulta obligado reconocer, por supuesto, que en semejante empeño —muy especialmente en la mejora de las condiciones sanitarias y en el incremento de una longevidad que casi se ha duplicado en el curso de un siglo—, los éxitos alcanzados son absolutamente espectaculares. También lo son los grandes avances que la ciencia ha efectuado en la comprensión de las leyes que rigen los fenómenos físicos que conforman el universo en general y la tierra en particular. Lejos de repudiar tales avances, los signatarios del presente Manifiesto no podemos sino saludarlos con hondo y sincero júbilo.

    Es precisamente este júbilo el que nos lleva a expresar nuestro asombro y angustia ante la paradoja de que, en el momento en que tales conquistas han permitido aliviar considerablemente el sufrimiento de la enfermedad, mitigar la dureza del trabajo, expandir la posibilidad del conocimiento (en un grado jamás experimentado y en unas condiciones de igualdad jamás conocidas): en un momento caracterizado por tan saludables provechos, resulta que es entonces cuando, reducidas todas las perspectivas al mero incremento del bienestar, corre el riesgo de quedar aniquilada la vida del espíritu.

    Lo que peligra no son, salvo hecatombe ecológica, los beneficios materiales así alcanzados; lo que se ve amenazada es la vida del espíritu. Lo prueba, entre mil otras cosas, el mero hecho de que incluso se ha vuelto problemático usar el término “espíritu”. Es tal el materialismo que impregna los más íntimos resortes de nuestro pensamiento y de nuestro corazón, que basta utilizar positivamente el término “espíritu”, basta atacar en su nombre el materialismo reinante, para que la palabra “espíritu” se vea automáticamente cargada de despectivas connotaciones religiosas, si ya no esotéricas.

    Se impone por ello precisar que no es la inquietud religiosa la que mueve a los signatarios del presente Manifiesto, independientemente de lo que éstos puedan considerar acerca de la relación entre “lo espiritual” y “lo divino”.
    Lo que nos mueve no es la inquietud ante la muerte de Dios, sino ante la del espíritu: ante la desaparición de ese aliento por el que los hombres se afirman como hombres y no sólo como entidades orgánicas. La inquietud que aquí se expresa es la derivada de ver desvanecerse ese afán gracias al cual los hombres son y no sólo están en el mundo; esa ansia por la que expresan toda su dicha y su angustia, todo su júbilo y su desasosiego, toda su afirmación y su interrogación ante el portento del que ninguna razón podrá nunca dar cuenta: el portento de ser, el milagro de que hombres y cosas sean, existan: estén dotados de sentido y significación.
    ¿Para qué vivimos y morimos nosotros: los hombres que creemos haber dominado el mundo…, el mundo material, se entiende? ¿Cuál es nuestro sentido, nuestro proyecto, nuestros símbolos…, estos valores sin los que ningún hombre ni ninguna colectividad existirían? ¿Cuál es nuestro destino? Si tal es la pregunta que cimienta y da sentido a cualquier civilización, lo propio de la nuestra es ignorar y desdeñar tal tipo de pregunta: una pregunta que ni siquiera es formulada, o que, si lo fuera, tendría que ser contestada diciendo: “Nuestro destino es estar privados de destino, es carecer de todo destino que no sea nuestro inmediato sobrevivir”.

    Carecer de destino, estar privados de un principio regulador, de una verdad que garantice y guíe nuestros pasos: semejante ausencia —semejante nada— es sin duda lo que trata de llenar la vorágine de productos y distracciones con que nos atiborramos y cegamos. De ahí proceden nuestros males. Pero de ahí procede también —o mejor dicho: de ahí podría proceder, si lo asumiéramos de muy distinta manera— toda nuestra fuerza y grandeza: la de los hombres libres; la grandeza de los hombres no sometidos a ningún Principio absoluto, a ninguna Verdad predeterminada; el honor y la grandeza de los hombres que buscan, se interrogan y anhelan: sin rumbo ni destino fijo. Libres, es decir, desamparados. Sin techo ni protección. Abiertos a la muerte.

    Esbozar la anterior perspectiva no significa, ni que decir tiene, resolver nada. Contrariamente a todos los Manifiestos al uso, no pretende éste apuntar medidas, plantear acciones, proponer soluciones. Ya ha pasado afortunadamente el tiempo en que un grupo de intelectuales podían imaginarse que, plasmando sus ansias y proyectos en una hoja tan blanca como el mundo al que pretendían modelar, iba éste a seguir el rumbo fijado. Tal es el sueño —el señuelo— del pensamiento revolucionario: este pensamiento que, habiendo conseguido poner los fórceps del poder al servicio de sus ideas, sí logró —pero con las consecuencias que sabemos— transformar el mundo durante unas breves y horrendas décadas.
    El mundo no es en absoluto la hoja en blanco que se imaginaban los revolucionarios. El mundo es un fascinante y a veces aterrador libro trenzado de pasado, enigmas y espesor. No pretenden pues los firmantes del presente Manifiesto plasmar ningún nuevo programa de redención en ninguna nueva hoja en blanco. Pretenden ante todo, y ya sería mucho, conglomerar voces unidas por un parecido malestar.
    Ya sería mucho, en efecto: pues lo más curioso, por no decir lo más inquietante, es que semejante malestar no haya encontrado hasta la fecha ningún auténtico cauce de expresión. Aún más angustioso que la propia muerte del espíritu, es el hecho de que, salvo algunas voces aisladas, dicha muerte parece dejar a nuestros contemporáneos sumidos en la más completa de las indiferencias.

    Por ello, el primer objetivo que se propone este Manifiesto es el de saber en qué medida tales reflexiones son susceptibles de suscitar un mínimo, mediano o (acaso) amplio eco. A pesar del pesimismo que embarga a este Manifiesto, late en él la descabellada esperanza de pensar que no es posible que sólo algunas voces aisladas se alcen a veces para oponerse al sentir que caracteriza a nuestro tiempo. En la medida en que dicho sentir siga siendo dominante, es evidente que inquietudes como las aquí expresadas sólo podrán plasmarse en un grito, en una denuncia. Esto es obvio. Pero no lo es el que semejante grito no figure siquiera inscrito en aquel talante crítico, impugnador y transgresor, que tanto había caracterizado a la modernidad, al menos durante sus inicios. Como si todo fuera de lo mejor en el mejor de los mundos, casi nada queda de aquella actitud crítica: lo único que hoy mueve a la protesta son las reivindicaciones ecologistas (tan legítimas como encerradas, las más de las veces, en un chato materialismo), a las que cabría añadir los restos de un comunismo igual de materialista y tan trasnochado que ni siquiera parece haber oído hablar de los crímenes que, cometidos bajo su bandera, sólo son equiparables a los realizados por el otro totalitarismo de signo aparentemente opuesto.

    Desvanecido el talante inquieto y crítico que honró antaño a la modernidad, entregado nuestro tiempo a las exclusivas manos de los señores de la riqueza y del dinero —de ese dinero cuyo espíritu impregna por igual a sus vasallos—, sólo queda entonces la posibilidad de lanzar un grito, de expresar una angustia. Tal es el propósito del presente Manifiesto, el cual, además de lanzar dicho grito, también pretende posibilitar que se abra un profundo debate. Ni que decir tiene que tanto las cuestiones explícitamente apuntadas aquí, como las muchas otras que éstas implican, no pueden encontrar su cabal expresión en el breve espacio de un Manifiesto. Por ello, ya se verían abundantemente colmados los propósitos de éste, si a raíz de su publicación se abriera un debate en el que participaran cuantos se sintieran concernidos por las inquietudes aquí esbozadas.
    Apuntemos tan sólo algunas de las cuestiones en torno a las cuales podría lanzarse tal debate. Si “el tema de nuestro tiempo”, por parafrasear a Ortega, no es otro que el constituido por esta profunda paradoja: la necesidad de que se abra un destino para los hombres privados de destino y que han de seguir estándolo; si nuestra cuestión es la exigencia de que se abra un sentido para un mundo que descubre —aunque encubierta, desfiguradamente— todo el sinsentido del mundo; si tal es, en fin, nuestro “tema”, la cuestión que entonces se plantea es: ¿mediante qué cauces, a través de qué medios, de qué contenido, de qué símbolos, de qué proyectos… puede llegar a abrirse semejante donación de sentido?
    La anterior paradoja —disponer y no disponer de destino; afirmar un sentido establecido sobre el sinsentido mismo del mundo—; todo este arriesgado pero enaltecedor ejercicio de equilibrio sobre el abismo, todo este mantenerse en la movediza “frontera” que media entre la tierra firme y el vacío: ¿no se parece todo ello al abismo, a la paradoja misma del arte: del verdadero arte, del que nada tiene que ver con el entretenimiento que se vende hoy bajo su nombre? “Tenemos el arte para no perecer a causa de la verdad”, es decir, de la racionalidad, decía Nietzsche. Quizá sí, quizá sea el arte lo que pudiera sacar al mundo de su abulia y torpor. Para ello, haría falta desde luego que la imaginación artística recobrara nuevo impulso y vigor. Pero ello no bastaría. También haría falta que, dejando de ser tanto un entretenimiento como un mero ornamento estético, el arte recuperara el lugar que le corresponde en el mundo; pasara a ser asumido como la expresión de la verdad que el arte es y que nada tiene que ver con la mera contemplación efectuada por un ocioso espectador.

    Ahora bien, ¿es ello posible en este mundo en el que no sólo la banalidad y la mediocridad, sino la fealdad misma (fealdad arquitectónica y decorativa, fealdad vestimentaria y musical…) parece estar convirtiéndose en uno de sus ejes centrales? ¿Es posible esta presencia viva del arte en un mundo dominado por la sensibilidad y el aplauso de las masas? ¿Es posible que el arte se instale en el corazón del mundo sin que reviva —pero ¿cómo?— lo que fue durante siglos la auténtica, la vivísima cultura popular? Dicha cultura ha desaparecido hoy, inmolada en el altar de una igualdad que mide a todos por el mismo rasero, que impone a todos la sumisión a la única cultura —la culta— que nuestra sociedad considera posible y legítima. ¿No es pues la cuestión misma de la igualdad —la de sus condiciones, posibilidades y consecuencias— la que queda de tal modo abierta, la que resulta ineludible plantear?

    Esbocemos una última cuestión, quizá la más decisiva. Toda la desespiritualización aquí denunciada está íntimamente relacionada con lo que cabría denominar el desencanto de un mundo que ha realizado el más profundo de los desencantamientos: ha aniquilado a las fuerzas sobrenaturales que, desde el comienzo de los tiempos, regían la vida de los hombres y daban sentido a las cosas. No hace falta insistir en la necesidad de dicho desencantamiento para explicar los fenómenos físicos que conforman el universo. Imprescindibles resultan para ello las armas de una razón cuyas conquistas materiales (tanto teóricas como prácticas) están sobradamente probadas. Ahora bien, ¿no son estas mismas armas y estas mismas conquistas las que lo pervierten todo, cuando, dejando de aplicarse a lo material, intentan dar cuenta de lo espiritual? ¿No es el poder de la razón el que lo reduce todo a un mecánico engranaje de causas y efectos, de funciones y utilidades, cuando pretende encarar la significación del mundo, cuando intenta enfrentarse al sentido de la existencia? El fondo del problema, ¿no estriba en este desmesurado poder que se ha atribuido el hombre al proclamarse no sólo “dueño y señor de la naturaleza”, sino también dueño y señor del sentido? Sólo gracias a la presencia del hombre, es cierto, surge, se dispensa esta “cosa”, la más portentosa de todas, a la que denominamos sentido. Pero de ello no se deriva en absoluto que el hombre disponga del sentido, sea su dueño y señor, domine y controle un misterio que siempre le trascenderá.

    Semejante trascendencia no es en el fondo otra cosa que lo que, durante siglos, se ha visto expresado bajo el nombre de “Dios”. Enfocar las cosas desde tal perspectiva, ¿no equivale pues a plantear —pero sobre bases radicalmente nuevas— la cuestión que la modernidad había creído poder obviar para siempre: la cuestión de Dios?

    Dejemos abierta, al igual que las anteriores, esta última cuestión: la de un insólito dios (quizá conviniera por ello escribir su nombre con minúscula), la cuestión de un dios que, careciendo de realidad propia —no perteneciendo ni al mundo natural ni al sobrenatural—, sería tan dependiente de los hombres y de la imaginación como éstos lo son de él y de ésta. ¿A qué mundo, a qué orden de realidad podría pertenecer semejante dios? No podría desde luego pertenecer a ese orden sobrenatural cuya realidad física hasta ha sido desmentida… por Su Santidad el Papa, quien en julio de 1999 —pero nadie se enteró— afirmaba que “el cielo […] no es ni una abstracción ni un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con Dios”. ¿Dónde puede morar dios, en qué puede consistir la naturaleza divina, si ningún lugar físico le conviene, si sólo de una “relación” se trata? ¿Dónde puede morar dios, sino en este lugar aún más prodigioso y maravilloso que está constituido por las creaciones de la imaginación?

    Plantear la cuestión de dios no es otra cosa, en últimas, que plantear la cuestión de la imaginación, interrogarnos sobre su naturaleza: la de esa fuerza que, a partir de nada, crea signos y significaciones, creencias y pasiones, instituciones y símbolos…; esa fuerza de la que quizá todo dependa y de la que el hombre moderno, como no podía ser menos, también se pretende dueño y señor. Así lo cree este hombre que, mirando con condescendiente sonrisa a los signos y símbolos de ayer o de hoy, exclama burlón: “¡Bah, sólo son imaginaciones!”, mentiras, pues.

    Si desea firmar el Manifiesto, pulse aquí